Viajar a Barcelona ha supuesto conocer un montón de cosas
que no sabíamos ni que estaban ahí. Desde a los compañeros de otros cursos
hasta a la Escuela de Elisava, yo creo que cada hora que pasábamos en esa
ciudad nos sorprendían cosas nuevas y nos empapábamos de ellas. Y eso es
extraordinariamente bueno y rejuvenecedor.
Desde el viernes a las 7 de la mañana y tras un largo viaje
en tren, cuando llegamos allí no sentíamos otra cosa que aprovechar esos días
al máximo (lo que conllevaría a dormir escasamente, pero que mereciese la
pena). Caminar por el Passeig de Gracia la primera tarde y poder tocar todos
esos edificios que tanto estudiamos en Estética era un auténtico placer; ver
cómo los apuntes que tanto nos había costado memorizar se materializaba delante
de nosotros.
Las habitaciones del albergue esa noche ya tuvieron que
sufrir el doble de ocupantes de los que realmente podían estar (cada día que
pasaba el número de gente dentro de una habitación aumentaba); e incluso cuando
salimos a los bares, cada uno era su propio museo. O su propio bosque, ¿no?
A todos nos dolieron las escaleras del día siguiente para
llegar al Park Güell, aunque mereció la pena. Gaudí en 360º. Y Barcelona en
360º también, para los valientes que se atrevieron a subir a los miradores. Por
la tarde viajamos a la otra punta de la ciudad, y tras echarnos la siesta en un
Centro Comercial disfrazado de plaza de toros nos encaminamos al Pabellón de
Barcelona, de Van der Rohe. Y la impresión que nos llevamos de él… Bueno, mejor
la dejamos a la imaginación de cada uno.
La mañana del domingo era libre, y muchos dieron (dimos)
gracias por ello. Y por la tarde, prontito, nos encaminamos a lo que sería, sin
ninguna duda, lo mejor de la visita: el Museo del Diseño. La exposición de
Diseño para el mundo de hoy era, simplemente, impresionante; y más de uno nos
convertimos en auténticos niños cuando llegamos a la zona de pruebas. Realmente
era gratificante ver algo tan sumamente grande e importante acerca de lo que
nos dedicamos. Y no sólo el interior, porque algunos pasaron más tiempo con las
luces de fuera que viendo las exposiciones.
Culminamos la excursión el lunes por la mañana con una
maravillosa visita a Elisava. Muchísimas gracias por preocuparos tanto, porque
realmente la Escuela es otro pequeño gran museo que nos cautivó a todos. Los
diseños premiados, la biblioteca, los impresionantes murales y simplemente el
ambiente que ahí se respiraba era digno de admirar.
Yo creo que, cuando volvíamos en el tren, nos habíamos
rediseñado. De alguna manera u otra. Por muchos más viajes así, Recrea. Que nos
rediseñen.
Cristina Montes.
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